El modo como el Padre Champagnat practicaba el ejercicio de la presencia de Dios, consistía en creer con fe viva y actualizada en Dios, presente en todo, que llena el universo con su inmensidad, con las obras de su bondad, con su misericordia y su gloria... Todo le movía a elevar su espíritu a Dios y a bendecirlo; de modo que continuamente prorrumpía en actos de amor, alabanza y acción de gracias...
La vivencia de la presencia de Dios mantenía su alma en una paz y tranquilidad inalterables. Su máxima favorita era que nada hay que temer cuando se tiene a Dios consigo, pues ningún daño pueden recibir quienes se abandonan a su divina Providencia...