Compasión de Marcelino por los pobres
Un día vinieron a llamarle para asistir a un enfermo. Acudió inmediatamente a visitarlo y encontró al desdichado cubierto de úlceras, echado sobre unas pajas y con sólo unos andrajos para cubrir su desnudez y sus llagas. Movido a profunda compasión ante tanto sufrimiento y desamparo, primero dirigió al enfermo unas palabras de consuelo. Luego se apresuró a llamar al Hermano administrador y le ordenó que enviara inmediatamente un jergón, sábanas y manta para el enfermo.
- Pero, Padre - le advirtió el Hermano -, no disponemos de ningún jergón en este momento.
-¡Cómo! - repuso el Padre - ¿qué no hay un solo jergón en toda la casa?
- Estoy seguro de que no queda ni uno. Recuerde que el último lo entregué hace pocos días.
- Pues vaya y tome el de mi cama, y lléveselo inmediatamente a este pobre enfermo.
Eso de quitarse de lo suyo para socorrer a los pobres o para dárselo a los Hermanos le ocurría con cierta frecuencia.